Os dije que iría contando lo vivido en las carreras de Santander y aquí va la
primera entrega. Todos o al menos yo cuando era niño queríamos ser campeones del
mundo de Motociclismo, imitábamos a nuestros ídolos cuando los veíamos por la
tele, soñábamos con su casco, su mono de cuero o sus botas. Corríamos por la
carretera como si fuese un circuito, como si ese domingo de curvas fuese nuestro
gran premio, a todas luces, un error.
Quizás, porque no tuvimos la
suerte de tener Maestro, ni un padre que nos enseñase a rodar de la manera
ideal. Yo quería ser Randy Mamola, el nunca fue campeón del mundo y sé que yo
nunca ganare nada, somos iguales, somos igual de divertidos, igual de Payasetes.
Sin embargo a día de hoy disfruto de la Moto plenamente cuando veo a chavales
como Panin Solarana, el ama las motos, tiene a su padre que las mima y se las
deja cuidar y aprendió desde pequeño a amar este nuestro mundo.
Su madre
sufridora como toda madre y sus tíos postizos ósea nosotros, nuestro Team que le
ayudamos y le queremos, intentamos marcarle la trazada correcta y el nos
sorprende tomándola perfectamente y a veces dándonos lecciones como cuando ayer
cogió el micro en ristre y recordó a los nuestros.
Este es el Motociclismo que me gusta, el
de un chiquillo amante de las motos clásicas, fuera de las escuelas de grandes
pilotos donde todos quieren ser Dany Pedrosa o Fernando Alonso donde a golpe de
talonario el talento gana enteros, tiempo al tiempo......
Que quede claro que
no me cisco en las muelas de nadie ni de esas escuelas, están bien pero prefiero
la pureza, sin más. Los ojos de Panin en la Carrera estaban puestos en la
siguiente curva, en el carenado de su Montesa Impala regalado por el maestro
Nany Campuzano, en tantos días de niño oliendo a gasolina.
En el mar de
estupidez que a veces es la vida quedan islas como Panin, momentos donde quieres
volver a ser niño para no cometer los mismos errores y empezar de cero. Tenerle
entre nosotros cuando fuimos a Pingüinos ya fue una satisfacción, y compartir
carrera con él un lujo, es el hermano perfecto y quizá para algunos el hijo que
nunca tuvimos. El Sábado durante un momento de frenesí y buen rollo en nuestro
box, le mire de reojo y pude ver como secaba con un trapo las gotas de agua que
la lluvia le había dejado en la llanta trasera de su moto, pequeños detalles que
le hacen aun mas grande. Si volviese a ser niño miraría la vida desde LOS OJOS
DE PANIN.
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