El Diablo en 2 Ruedaas

Por ti todo, sin ti nada, Motero siempre.

16 feb 2017

COSAS DE MOTOS – “El Rey del Hormigón”


De niño siempre soñó con una moto gorda, un buen “cartucho” con el que salir disparado como el hombre bala del circo, catapultado a la velocidad de la luz, quizás en una huida hacia delante.


Cuando no había para comer… el plástico que rodeaban los 100 gramos diarios de mortadela, hacían de improvisadas patatas fritas y la barra de pan de segundo plato (pan con pan comida de tontos… dicen!) 100 pesetas diarias para comer y en el tren de colada a trabajar entre hormigón y hormigón, los sueños… sueños son.


Y apareció aquella oportunidad! Un tipo necesitaba tirar un muro de hormigón en su recién adquirido “chalete” y hacer una reforma para su txoko. El trato fue el sueño de nuestro amigo… una Kawasaki GPX 600 de un color rojo intenso a cambio de los fines de semana trabajando (… a ratos). Así, fueron pasando sábados y domingos entre el polvo del martillo compresor en posición horizontal, temblando brazos y piernas, mientras los pulmones respiraban aquel aroma que él confundió con el humo del tubo de escape de aquella que sería su primera moto.


Un sábado consiguió atravesar aquel muro hasta el otro lado. Ya la veía aparcada en el jardín!!! Mojándose bajo el sirimiri hizo un alto en el camino para taparla con un traje de agua de esos amarillos.


Al terminar la jornada le dijo al dueño del chalet que le dejase ya la moto, que él le terminaba la obra en dos fines de semana más, ya estaba harto de ir de “colada” en el tren (bueno, él y el “pika” que más tarde se harían amigos).


Le dio la negada por respuesta diciéndole: “NO! Porque te matarás con ella y no me terminarás la obra, así que vuelta a picar hormigón!”, esta vez… murrápido!!!


Al final y después de 6 meses trabajando duramente la consiguió, se dieron la mano como parte final del trato entre caballeros, engranó la primera marcha con un casco y una chaqueta de regalo y juró no volver nunca más a ver aquel muro, entre otras cosas porque lo había derribado para siempre.


Comenzaba la locura, días de aire con aroma a libertad y sueños cumplidos con esfuerzo, dejó de comer el plástico de la mortadela.


Nunca olvida que los muros están para ser derribarlos y los sueños para ser perseguidos.


No en vano, la vida fue dura para él tanto como el hormigón.

Continuará.