Fue un tipo con talento, adelantado a su tiempo, fiel a un estilo, de la vieja escuela, un icono, arte sobre ruedas.
Artista, atracador de bancos, actor, temerario, vecino del infierno, atrapado en las drogas de las que consiguió salir.
Un tío de honor… de eso que escasea… amigo de sus amigos.
El mundo de la moto es muy amplio y variado. Algunos se creen que han inventado algo nuevo contándonos payasadas, a parte de algunas mentiras que sólo ellos se creen.
Recuerdo con cariño aquellas revistas de PAPEL que consumía de adolescente, aquel motociclismo que me compraba los martes después de juntar el dinero que mi madre me daba para comprar el bollo del recreo en el colegio. Ese día, ese martes semanal, alimentaba mi mente mientras el ruido de las tripas hacían las veces del sonido de un motor.
El Indio tenía el respeto de todos los constructores. “Delatora” y “cadena de Misterio” fueron algunas de sus creaciones.
La moto era algo sagrada para él. Vivía para la moto, le gustaba hacerlas, móntarlas, algo que sólo entenderás si un día haces la tuya o restauras una, algo que va más allá del dinero.
El Indio Larry murió un día mientras hacía un truco en marcha poniéndose sobre el depósito de la moto, como lo había hecho en miles de ocasiones. Ese día se cayó golpeándose la cabeza y se mató (curiosamente después de salir de las drogas y tener cierta fama como constructor) y se fue haciendo lo que más le gustaba.
La vida es un misterio. Una sucesión de preguntas en las que tú ibas buscando las respuestas.
Deja que el misterio te acompañe en tu viaje.
Homenaje a Indian Larry.
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